III Concurso de microrrelatos frente a la
violencia de género
Con motivo del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, Aldeas Infantiles SOS te invita a participar en nuestro tercer Concurso de microrrelatos frente a la violencia de género.
Crear microrrelato
En un lindo amanecer, sin esperarlo desperté. En ese momento vi que aún seguían ahí esas ganas de vivir, de volver a ser yo, mi yo que se quiere, mi yo que cuida y volví.
Cuando se fue llevándose todo, miré alrededor y, lo vi todo vacío. Había mucho hueco para mis cosas. Ordené mis perfumes, mi ropa y mis libros. Ya no estaban arrinconados. Ordené mis ilusiones, mis ideas, mis sentimientos y mis metas. Ya no estaba arrinconada.
Ana, atrapada en un ciclo de abuso, encuentra fuerza para escapar con ayuda de una red solidaria. Rehace su vida, inspirando a otras mujeres a romper el silencio y unirse contra la violencia de género. La esperanza florece en la sororidad.
Estando vacía, rota por dentro, sin rumbo y sin aliento, llegó esa ayuda que sin esperarla alumbró mi camino en mis momentos más oscuros. Eran esas personas que estuvieron ahí cada día viendo que no me veía, pero que no se rindieron hasta ver que yo volvía a florecer de nuevo.
Esas mañanas amanecían tranquilas y sosegadas como nunca. Le gustaba pensar que presagiaban algo nuevo y mejor de lo que había tenido hasta entonces. La herida ya empezaba a cicatrizar, pero sobretodo sentía que el presente y el futuro ya era suyo. Y ella es amor.
Rauda y segura caminaba hacia el futuro. En cada paso sentía que iba afirmando cada nuevo sentimiento de autoestima que había conquistado. Su seguridad y su amor hacia ella ya formaba parte de cada célula suya. Había tejido un nuevo futuro
Recordaba la abnegación de su madre, la intransigencia del padre, las burlas de los compañeros de clase. Recuerda como de a poco se fue amoldando a unas relaciones que le dolían y se amoldó a ello. Su marido confirmó esa vereda. Pero todo tiene un límite. Fin.
Érase una vez… una bolita blanca que se encontró con una bolita de bicolor. Y entre colorín, colorado y «morados» este cuento ha comenzado…
Libertad ¿Qué es la libertad? Es caminar sin mirar atrás. Es reír o llorar en soledad. Es aceptar, dejarte llevar. Es nacer, vivir y morir en paz.
Tumbada en el suelo, hecha un ovillo y tapándome la cara. Hay mucho estruendo, quiero desaparecer. Todo se torna oscuro y siento paz. No escucho gritos, ni manipulaciones, no siento golpes, ni dolor, … Abro los ojos y hay luz, mujeres me abrazan. Estoy aquí.
Érase una vez una sardina y un atún que nadaban siempre juntos en el gran océano. Todos los días el gran atún le decía a la sardinita lo pequeña, fea e indefensa que era, hasta que un buen día la sardina dijo: pin, pan, pum, hoy bocadillo de atún.
Me atreví a no callar y me quitaron la vida por decir «NO».
Mamá, no fué tu culpa. Tampoco la mía.
No quería volver con él. No quería ser SUYA.
Nunca he sido suya.
Él no lo entendió. Él NO QUERÍA PERDER.
Mamá, él me mató.
Pero no fue tu culpa. Y tampoco la mia.
En el rincón de su inocencia, sus ojos reflejaban el dolor silenciado. Ella, pequeña flor en un jardín de espinas, creció entre sombras de violencia machista. Cada lágrima caída era un grito ahogado, pero su corazón infantil guardaba la esperanza de un mañana feliz y sin miedo.
Érase una vez una princesa, un castillo, un caballero y una espada. La princesa vendió el castillo, el caballero fundió su espada y con el dinero que recogieron marcharon del cuento y soltaron su drama.
Mi reflejo en el espejo se va difuminando cual luz del sol al finalizar el dia.
Mi primer reflejo me mostraba en brazos, protegida y querida.
Cuándo comenzó a agrietarse? y cómo es que no lo percibí?
El corsé cultural ayudó y la sociedad lo rompió. ¿Cómo pegar las piezas?
Llueve y tengo frío. Quien dice que me quiere me ha echado de mi casa en bragas y camisa. Mañana me pedirá perdón y me dirá que soy el amor de su vida. Pero ya no le funcionará, he despertado. En este preciso instante he decidido dejar atrás las humillaciones y empezar a vivir.
A pesar de las cicatrices invisibles de la violencia, Marta reconstruyó su vida con resiliencia, convirtiendo el dolor en fuerza. Cada paso hacia la sanación fue un acto de valentía, y ahora, su luz interior brilla como un faro de esperanza para otras mujeres.
Una mujer valiente y decidida luchó por un mundo que respetara su valía. Alzó su voz y luchó por los derechos de todas las mujeres. Cada paso que dio rompió cadenas de opresión y sembró semillas de igualdad. Juntas, derrotaron al monstruo del machismo y vivieron libres. #NiUnaMen
El sonido de la puerta al cerrar sonó como melodía para sus oídos, tras la última nota sólo hubo silencio, por fin podía escucharse.
Un hilo de voz emanó de mi garganta.
Fue suficiente para decidir morir o seguir adelante.
Cojo el teléfono y con mi mano temblorosa marco despacio.
Escucho un susurro al otro lado.
Pido ayuda. Decido vivir.
Con tú alegría y vitalidad se quedó. Golpes, insultos y violaciones te regaló. Un día reunió mucho valor y saco fuerzas de donde no las tenia, se fue en silencio a hurtadillas, sin llevarse nada para que él no sospechara. La encontró y acosó. Ella se hizo fuerte y no volvió.
Creí que te perdía, tirada en el suelo con él desnudo encima, golpeándote una y otra vez, por defenderme. No pude pararle, pensé que te mataría. Abrí la puerta y paró. La culpa le invadió, llorando se quedó. Ese fue el último día que te pego. Tú valentía nos salvó. Gracias mamá.
Me preocupan mis hijas, quiero que tengan otra vida, ya no se quién soy, pues vivo perdida, estoy muerta en vida. Un día saqué fuerzas y me fui con mis hijas a casa de una amiga, pero me saco de allí y al volver a casa perdí la vida.